08 Oct ¿Cuánto demoraremos en observar el maratón en menos de dos horas?
Desde el IEG, continuamos con este polémico debate en una serie de publicaciones relacionadas al running y, específicamente, al maratón. En esta oportunidad exponemos la traducción de una publicación de Ed Caesar en The Guardian.
Los mejores corredores de maratón del mundo están simplemente a 177 segundos de romper la barrera de las dos horas: ¿Cuánto tardaremos en llegar a esa marca (al margen de las drogas)?
El poseedor del record mundial actual Dennis Kimetto (segundo de la izquierda) pelea por superar al ganador eventual de la maratón de Londres 2015 Eliud Kipchoge. Fotografía: Action Images/Reuters/Paul Childs Livepic
Poco antes de las nueve, en una mañana soleada de otoño en Berlín, Geoffrey Kiprono Mutai se preparaba para correr una maratón más rápido de lo que cualquier ser humano (incluido él) había corrido antes. Era una proposición salvaje, audaz, llevar el propio cuerpo hasta un extremo tal que llegaría a sentir que quedaba atrapado en los muros de su pretensión.
Mutai mide 170 cm y pesa 57 kg. Tiene una cara ancha, expresiva, con la frente alta con grandes orejas puntiagudas y dientes brillantes. Generalmente es posible encontrarlo amable, divertido, deseoso de noticias y chismes con una sonrisa amplia. Pero ahora veía tan vulnerable como un niño huérfano.
En la línea de salida había dos docenas de atletas profesionales a su lado y cerca de 41000 corredores detrás de ellos. Juntos, se mecían como un mar manso contra la pared del puerto. Mutai rezó sus oraciones habituales, pidió clemencia, fuerza y valor, para sus piernas fibrosas, veteranas con miles de millas de entrenamiento, para que pudieran soportarlo otras 26 millas y 385 yardas.
Esa mañana de septiembre de 2012 el record mundial de maratón oficial era de dos horas, tres minutos, 38 segundos, y había sido batido el año anterior en Berlín por Patrick Makau de Kenia. Pero Mutai no estaba interesado en 2:03:38. Aunque no realizó ningún anuncio sobre sus intenciones, él no sólo deseaba romper el record del mundo de Makau, si no que quería aniquilarlo.
Su motivo de queja surgió dieciocho meses atrás, cuando ganó la maratón de Boston en 2011 en un tiempo impresionante de 2:03:02, un record de pista por casi tres minutos. Pero no quedaría reflejado como un record mundial oficial: a pesar de ser la maratón continuamente disputada más antigua del mundo, Boston no cuenta para los propósitos de record mundial. (Un record mundial debe ser registrado en un recorrido con circuito, con la salida y la llegada separadas por no más de 50% de la distancia de 42,2 km; con una pendiente neta hacia abajo no mayor a un metro por kilómetro.) Mutai sintió que le habían robado algo precioso.
Mientras permanecía de pie al frente de la inmensa manada, los altavoces comenzaron a sonar el tipo de música electrónica que se escucha en los programas de juegos. Por encima de estos sonidos se oyó la voz de un hombre con un micrófono, contando los segundos finales antes del disparo. “Diez”! gritó, en inglés. “¡Nueve! Ocho! Siete… ” Mutai seguía de pie, con su pecho hacia adelante anticipando el movimiento.
Durante las últimas dos décadas, los atletas de Kenia y Etiopía han dominado absolutamente las maratones profesionales. En las Colinas de Nandi en Kenia, o en los senderos de entrenamiento de Addis Ababa, los atletas no se reconocen por sus nombres si no que por sus mejores marcas personales. Ese tipo es un dos cero ocho. Este otro es un dos cero cinco.
¿Simplemente cuanto podrán disminuir estos números? Ahora mismo, el record mundial para la maratón es 2:02:57, y es de Dennis Kimetto de Kenia en Berlín el año pasado. ¿Es posible una maratón en menos de dos horas? En 1986, un estudiante de medicina llamado Mike Joyner comenzó a considerar esta pregunta. Había estado trabajando con publicaciones que habían investigado cómo se relacionaba el rendimiento deportivo con mediciones tales como el umbral del lactato, la economía de carrera y la capacidad pulmonar (todas tienen un efecto limitante sobre la velocidad de carrera y la resistencia). El investigador se preguntó ¿ Cuánto podía correr un ser humano si tuviera los mejores valores fisiológicos posibles?. Si su corazón y pulmones y piernas fueran los más fuertes y más eficaces que pudieran ser. Preparó un modelo y arribó a un número sorprendentemente específico. Dadas las condiciones ideales y el corredor ideal, Joyner concluyó que el mejor tiempo en que se podría correr una maratón era 1 hora, 57 minutos con 58 segundos.
Escribió sus resultados y luego su paper, que luego de ser revisado por pares y aprobado, fue publicado en el Journal of Applied Physiology en 1991. En ese momento, la maratón más rápida del mundo estaba en 2:06:50, y la marca de las dos horas sólo existía en la imaginación: Narnia de las carreras de fondo. Pero el paper de Joyner se transformó en el documento seminal del debate. En la actualidad es profesor de anestesiología y trabaja en el hospital Mayo Clinic en Rochester, Minnesota, desde 1987, en una amplia gama de temas que abarcan desde estudios genéticos hasta enfermedades cardiovasculares pero ninguno de sus trabajos ha sido tan importante para el como su famoso paper de 1991.
¿Por qué importa si es posible la maratón en menos de dos horas? Y, si es posible, ¿qué significará cuándo se corra la primera maratón en 1:59:59?. Para algunos, no significará nada. La longitud de la maratón es una figura desaliñada, establecida por el Comité Olímpico en 1921, para imitar el recorrido de la maratón Olímpica de Londres de 1908 que se fue diseñada para acomodar las peculiares demandas de la familia real británica. (Los reyes deseaban ver el comienzo de la carrera en la terraza del Windsor Castle, para que sus niños pudieran observar; y también para su beneficio la carrera se estiró en el otro extremo para incluir una vuelta completa al viejo estadio de White City). ¿Por qué debemos preocuparnos por si alguna persona extraordinaria puede correr esta distancia arbitraria simplemente en dos horas o en menos de dos horas?
“En Kenya, los atletas no se conocen por sus nombres si no que por sus mejores marcas personales: Es un dos, cero, ocho. Es un dos, cero, cinco.”
Las maratones no son fáciles, ni siquiera para los profesionales, sumamente profesionales. La distancia es democrática. Se ha vuelto un evento contra el cual se miden hordas de personas; personas gordas, personas delgadas, personas torcidas por el tiempo y las personas vivas como potros, ricos y pobres. En la actualidad existen más de 500 maratones en el mundo y más competidores que nunca en la historia del deporte.
El debate de las dos horas es irresistible. Surge cada vez que un hombre rompe el record mundial de maratón. En 2003, el Keniata Paul Tergat cortó la cinta de la maratón de Berlín en 2:04:55. Antes de esa carrera, solo se reconocían los “mejores del mundo”. El tiempo de Tergat que aplastó el mejor record mundial de Khalid Khannouchi de 17 meses por 43 segundos fue el primer “record mundial” de maratón ratificado. En la conferencia de prensa luego de la carrera, Tergat se preguntó: ¿alguien podría romper la barrera de las dos horas? “Creo que los records se fijan para ser superados, y es posible bajar los tiempos”, dijo. “Pero lo que sigue siendo imposible es correr una maratón en menos de dos horas”. Él sonrió y agregó: “Quizá el tiempo me reprenderá.”
El poseedor del record mundial anterior Paul Tergat (cuarto de la izquierda) entrena en condiciones de altitud en las Colinas de Ngong en Kenia, en 2007. Fotografía: de John Gichigi/Getty Images
Si Tergat era escéptico, podemos ver por qué. Se estaba reflejando en el abismo en el que acababa de empujar a su propio cuerpo para correr en 2:04:55. La perspectiva de correr cinco minutos completos más rápido era insondable, demasiado para que el cerebro pueda manejarlo. Pero nadie estaba sugiriendo que una maratón en 1:59:59 se alcanzaría en un solo intento. El record mundial de 2011 Patrick Makau de 2:03:38, desplazó al record de Haile Gebrselassie de 2:03:59 en 2008 por 21 segundos, que a su vez había superado su propio mejor tiempo de 2007 por 27 segundos y que a su vez había superado la marca de Tergat de 2:04:55.
Tim Noakes, uno de los líderes mundiales en fisiología del ejercicio y autor del influente libro Lore of Running, cree que estos avances incrementales están conectados al modo en que los cerebros de los atletas de mayor nivel se comunican con sus cuerpos. Noakes afirma que “Cuando usted comienza a correr, usted sabe cual es el record mundial, por lo que no tiene que correr 10 minutos más rápido que el record mundial. Su objetivo será correr un segundo más rápidamente que el record mundial. Y en ese punto es donde su cerebro se centrará. Esta programación ocurre todo el tiempo en el running y es muy importante.”
Tal como se observó en un reciente experimento, los cerebros de los atletas de élite serán tan limitantes como hayan sido programados. En 2011, el Profesor Kevin Thompson de la Universidad de Northumbria congregó a un grupo ciclistas recreacionales para realizar una prueba de laboratorio. Estos ciclistas pedalearon en bicicletas estacionarias delante de pantallas, conectados a monitores de oxígeno y se les solicitó que pedalearan en un avatar de ciclismo generado por computadora. Cada ciclista había fijado su mejor tiempo personal de prueba contrarreloj de 4000m en la máquina. El avatar en que estaban corriendo simulaba ese mejor tiempo personal.
“Los records se establecen para ser superados”, dijo Tergat, “pero lo que sigue siendo imposible es correr una maratón en menos de dos horas”.
O es lo que pensaban estos ciclistas del experimento. De hecho, Thompson mentía. Había fijado el avatar para que corriera 2% más rápido que la mejor marca personal, porque quería saber si el cuerpo de un atleta podía ser engañado y obtener un mejor rendimiento. Creía que incluso los mejores exponentes de nivel mundial que pensaban que estaban regulando su rendimiento de energía a su máximo absoluto, tenían una reserva de alrededor de 2% que podía ser atravesada, si se producía la motivación correcta (o un poco de decepción).
Thompson tenía razón. Casi todos los ciclistas finalizaron adelante del avatar.
Si se logra la maratón en menos de dos horas, será dando pequeños pasos, cada paso dado por un miembro de la diminuta fraternidad de élite de atletas con talento e industria para llevar poco a poco el deporte más cerca de la maratón imposible, record mundial por record mundial.
A 5km de la línea de salida de Berlín en 2012, se produjo un desastre: se congeló la pantalla del automóvil marcador del paso. Mostraba 2:50 por kilómetro, un ritmo de maratón de dos horas. De hecho, los principales corredores estaban marcando casi un kilómetro en tres minutos lo suficientemente bueno para una finalización en 2.06. Era una diferencia diminuta, y Mutai y los corredores que lo acompañaban comprendieron rápidamente el problema, pero la maratón de élite es un deporte de márgenes diminutos. Los tiempos más rápidos se logran cuando se corren las carreras a un ritmo parejo desde el comienzo hasta el final, o con un parcial negativo, donde la segunda mitad es ligeramente más rápida que la primera. Si usted comienza la carrera demasiado rápido, rematará el intento de batir un record. Si comienza demasiado lento, tendrá que recuperar mucho terreno.
Mutai estaba ahora en la segunda categoría. Recorrió la primera mitad en 62:12. Recién en ese momento se dio cuenta de la escala del desafío que estaba enfrentando. Habiendo corrido la primera mitad 42 segundos más lentamente de lo esperado, comprendió que la posibilidad de la maratón en 2:03 maratón se había ido. Pero todavía creyó que tenía posibilidades de romper el record mundial de Makau de 2:03:38. Para romperlo, debía correr la segunda mitad de la carrera en 61:26. Sólo dos hombres en la historia habían corrido tan rápido la segunda la mitad de una maratón: el brasileño Ronaldo da Costa, en Berlín, en 2003, después de una floja primera mitad; y el propio Mutai, en Boston, en 2011. La pregunta era: ¿Mutai tenía las piernas?
En los siguientes 10 km, a medida que el recorrido incrementaba ligeramente la pendiente, se encendió. A los 25 km, tal como se había planeado, dos “liebres” (atletas que por razones de horario, finanzas o talento reciben una paga de algunos miles de dólares para correr una sección limitada marcando el paso) abandonaron, dejando al grupo al mando de un solo hombre: Víctor Kipchirchir, un compañero de entrenamiento de Mutai.
El paso se aceleró. Jonathan Maiyo se sentía firme y empezó a debilitarse. Pronto se alejó del grupo que llevaba la delantera. Geoffrey Kamworor tampoco pudo responder al ritmo creciente en su primera maratón y perdió el contacto con los líderes al poco tiempo. A los 30 km, la última liebre, Kipchirchir, realizó su salida tal como había sido establecido.
Y ahora sólo estaba Mutai junto a su compañero de entrenamiento Dennis Kimetto, cabeza a cabeza dirigiéndose hacia el cuarto final de la carrera. Tal como lo habían hecho muchas veces juntos, a una altitud de casi 9000 pies (2700 metros) en las colinas ásperas cercanas a su campamento base en los bosques de Kenia, se impulsaban mutuamente. Desde los 30 km a los 35 km, el par corrió un parcial de 14:18 que es absurdamente rápido. (Una maratón completa a este paso terminaría en dos horas y 40 segundos.)
El corazón de Mutai latía fuertemente a 160 lpm. Sus pulmones soplaban medio galón de aire con cada respiración. Daba tres zancadas por segundo.
Cuando Mutai ganó la delantera, puso su cabeza a modo de marca registrada y casi gruñendo pensó, “Ahora, negocio.” Dentro de su cuerpo, había un tumulto de ejercicio. Su corazón latía fuertemente a 160 latidos por minuto. Sus pulmones soplaban medio galón con cada respiración. Realizaba tres zancadas por segundo. En sus células, el proceso complejo que impulsaba su corazón, pulmones y piernas, el consumo y la resíntesis de adenosina tri fosfato, producía tres veces más calor que energía. Tenía calor, demasiado calor. Su cuerpo, perdía alrededor de tres litros de sudor por hora, y se cubrió completamente de sudor. El ácido láctico empezó a chamuscar sus músculos. Todo excepto su mente consciente gritaba, “Detente! ” Y el siguió corriendo.
¿Cómo se siente viajar tan rápido, tan tarde en una maratón? Mutai describió la sensación como “una lucha interna”, como si el cuerpo estuviera en guerra consigo mismo. Otro corredor anterior describió que es como poner la mano en un recipiente de agua caliente: usted debe contener su mano, mientras el agua sigue poniéndose más caliente y más caliente; cuando retira su mano pierde la carrera.
Por supuesto que Mutai está acostumbrado a estas sensaciones. Más tarde me dijo que obtuvo la fuerza de las muchedumbres que se encuentran al costado de los caminos. Podía sentir que “las personas me amaban” por lo que retribuyó ese afecto con un esfuerzo Hercúleo, para no prestar atención a las señales que conscientemente su cuerpo le estaba enviando. “Me sacrifiqué”, recordó.
Hay muchos observadores que miran los tiempos de carrera durante la maratón con una ceja levantada. La droga infecta casi todos deportes profesionales. Por cada atleta que desea ascender al plano más alto de las competencias bajo su propio esfuerzo, siempre habrá atletas que prefieren tomar un atajo. Las maratones no son la excepción. (Tom Hicks ganó la maratón olímpica de St Louis gracias a estricnina y coñac, y casi muere. Eso fue en 1904.)
Alguna vez existió una visión elísea del deporte de las carreras de fondo que premeditadamente eximía a los africanos del este de las tentaciones de otros. Los periodistas vieron la manera humilde en que vivían los corredores keniatas y etíopes y concluyeron simplemente que no era posible realizar trampa en tales circunstancias. Este mito ha sido derribado en la actualidad. En los últimos dos años, varios fondistas del este de África han presentado resultados positivos frente a las drogas de aumento de rendimiento, entre las que se incluyen los esteroides y la hormona eritropoyetina o EPO que estimula la producción glóbulos rojos y el transporte de oxígeno en el torrente sanguíneo.
Evaluación de las muestras de orina para determinar la presencia de EPO u hormona eritropoyetina en un laboratorio suizo. Fotografía: Fabrice Coffrini/AP
Algunos de los atletas sancionados son figuras muy conocidas, pero la mayoría son atletas desconocidos. Hace tres años, tuve una entrevista en una habitación de un hotel de cuatro estrellas con dos corredores Keniatas de bajo nivel que estaban preparando sus chalecos y atuendos para la maratón del día siguiente. Ellos quisieron hablar conmigo sobre las drogas y hablaron anónimamente. Sus records personales eran relativamente modestos en comparación con los Keniatas, y apenas habían podido cubrir sus gastos para viajar a una carrera en una capital europea con sólo unos miles de euros en premios. Hablaron durante mucho tiempo sentados en sus camas, con el ruido de la televisión y el sonido de la lluvia contra las ventanas de fondo.
Los dos corredores Keniatas cuyos records personales estaban por encima de 2:10, dijeron que cualquier resultado por debajo de 2:06 era “sospechoso”
Los dos corredores dijeron que, en Kenia, había “tantos doctores malos que no era posible contarlos”. Describieron un sistema por el cual estos doctores, que eran principalmente farmacéuticos charlatanes que vivían en Eldoret, les venderían a los atletas un curso sobre drogas que mejoraban el rendimiento a cambio de dinero en efectivo o una porción de sus ganancias. La droga en cuestión, aunque ellos no la nombraron, parecía ser EPO, explícitamente (generalmente hacen referencia a una droga para “la sangre”). Y los dos corredores mencionaron que la relación entre atletas y doctores era “24/7”: siempre estaban disponibles para proveer los agentes de enmascaramiento, en caso de que vinieran los verificadores a realizar las pruebas.
La mayoría de esta información ya ha sido discutida abiertamente, sobre todo entre los agentes y entrenadores europeos (aunque antes de mi reunión con los dos atletas, no había oído nunca una descripción tan detallada del proceso). Algunas estrellas de Kenia también abordaron el problema de manera indirecta. En las narrativas de muchos atletas de alto perfil, el dopping se ve como algo que los corredores “perezosos” hacen en lugar de entrenar. Ésta era una visión errada. Tal como se observó en los escándalos del Tour de Francia, las drogas se usan justamente por la razón opuesta: entrenar y correr más duro.
Los dos atletas en el hotel mencionaron a casi todas las estrellas Keniatas de las maratones y los acusaron de realizar dopping. Los alegatos eran impresionantes, aunque la base de sus cargos específicos parecía débil.
Ellos simplemente no creían que era posible marcar los tiempos espectaculares que ahora se habían tornado comunes en el circuito de maratones sin una ayuda ilegal. Estos dos corredores que tenían records personales por encima de 2:10 afirmaban que cualquier resultado por debajo de 2:06 para una maratón era “sospechoso”.
Uno de los corredores sonrió cuando yo me sorprendí. Preguntó “Usted pensó que es posible obtener un tiempo de 2:03 sólo con sangre?”. Bien, sí lo pensé. Y todavía lo hago.
Desde la perspectiva de un hombre común, no resulta obvio cual EPO le darían a un Keniata que ya ha pasado su vida entera corriendo en altitud. Ya es probable que el número de glóbulos rojos en su sistema sea alto, y hay un límite de cuántos glóbulos rojos puede tener una persona antes de sufrir un ataque cardíaco o accidente cerebro vascular (esta abundancia peligrosa de glóbulos rojos se conoce en medicina como policitemia).
Pero este razonamiento aparente de sentido común está equivocado: la EPO si puede ayudar a los Keniatas que han nacido y han crecido en altitud. Un estudio reciente realizado por la Universidad de Glasgow realizó pruebas a un grupo de corredores escoceses, y corredores de Kenia, y observaron que, frente a la administración de EPO, la mejora en el rendimiento era similar.
Si existiera una droga maravillosa para los corredores de fondo, sería aquella que ayude a la recuperación. Los maratonistas siempre han anotado una cantidad de millas extraordinaria, y el problema más grande que enfrentan es mantenerse saludables para las carreras. La filosofía de “volumen alto e intensidad alta” requiere una mezcla de sesiones trabajo con velocidad con una duración igual o superior a una hora para construir la resistencia a un paso de carrera rápido, y carreras largas con un tempo alto. Ser capaz de realizar tales sesiones día tras día es la clave para seguir compitiendo. Por lo tanto es en el campo de recuperación en que la maratón se vuelve vulnerable a las trampas. En teoría, los atletas podrían detener la toma de substancias ilícitas semanas antes de una competencia, y presentarse limpios a la una maratón, con centenares de millas de calidad superior, mal adquiridas en sus piernas.
Algunos corredores de otras épocas creen que la élite se ha estado drogando durante años. Estas opiniones surgen de lugares sorprendentes. En 1999, por ejemplo, el entrenador de Mo Farah, Alberto Salazar, actualmente bajo presión extrema después de que BBC y ProPublica vincularan a sus atletas con las sustancias prohibidas; dio una presentación en la Duke Conference on Doping in Sport en la que realizó varios comentarios fascinantes, entre ellos: “Creo que es actualmente difícil estar entre los cinco mejores del mundo en cualquiera de los eventos de fondo sin usar EPO u hormona de crecimiento humana. Si bien algunos de estos atletas pueden estar limpios, tantos están corriendo tan rápido que sus rendimientos son sospechosos. Para mí esto surge del hecho de que el momento en que estos atletas están corriendo parece coincidir exactamente con el momento en el que los mejores fisiólogos del ejercicio han calculado que se obtendrían los beneficios de la toma de EPO.”
En 1999, se podía discutir sobre cuales eran los mejores cinco corredores de fondo, pero no había ninguna duda sobre cuales eran los dos mejores: Haile Gebrselassie de Etiopía y Paul Tergat de Kenia. ¿Salazar estaba diciendo que estaban bajo efecto de dopping? (el año pasado Salazar dijo que no hablará mas de los comentarios que realizó en 1999, y que “no hacía referencia a los atletas que usted menciona”)
En 1999, el entrenador Alberto Salazar (flanqueado en la foto por Galen Rupp y Mo Farah) dijo que creía que era “difícil” estar entre los primeros cinco en cualquier evento de fondo sin usar sustancias prohibidas. Fotografía: Michael Steele/Getty Images
Salazar ha sido cuestionado durante mucho tiempo por sus métodos. En 2013, una investigación del Wall Street Journal sobre su relación (y la de su patrocinador Nike) con un doctor llamado Jeffrey Brown observó que muchos de los atletas de Salazar habían sido tratados por Brown por un síndrome llamado “hipotiroidismo”. Galen Rupp, el compañero de entrenamiento de Mo Farah y ganador de la medalla de plata en 10000m en las olimpiadas de 2012, fue paciente suyo. No es ilegal el tratamiento de los atletas para el hipotiroidismo y tampoco está claro qué tipo de beneficios podría aportarle a un corredor de élite (el tratamiento consiste en la administración de una hormona sintética llamada levotiroxina y no es una sustancia prohibida, aunque se ha sugerido que ayuda con la pérdida de peso rápida). Pero el hecho que tantos atletas de Salazar hayan sido diagnosticados con ésta enfermedad ha causado sospecha. Luego Jos Hermens, quien maneja muchos de los mejores corredores del este de África observó la derrota de sus atletas en las Olimpíadas de 2012 por los atletas de Salazar, dijo a un periodista holandés, la “Ciencia ha triunfado por encima de la naturaleza.”
¿Pero que hay sobre la supuestamente extendida naturaleza del dopping en África oriental? ¿Debemos considerar sospechosa todas las maratones rápidas? ¿Qué es sospechoso?; 2:06? 2:04? 2:02?. En 1991, Joyner estimó un techo fisiológico de 1:57:58 para correr una maratón. ¿Entonces cuanto tiempo extra por encima de eso debemos permitirles a los mejores corredores de hoy?
Para los corredores de Kenia, que en su mayoría crecieron siendo pobres, el dinero como premio de una sola victoria puede cambiarles la vida
Los hombres más rápidos serán sometidos a una sospecha que puede no ser justa. Los talentos intermedios tienen la misma motivación hacia el dopping que los mejores talentos. Esto es particularmente cierto para los corredores de Kenia, donde casi todos crecieron en la pobreza. El premio en dinero de una victoria, incluso en una maratón de bajo grado, puede cambiarles la vida.
Geoffrey Mutai ha sido más cuestionado que la mayoría, porque ha marcado tiempos fantásticos de una manera agresiva. Pero en los tres años que llevo siguiendo a Mutai, observándolo en su entrenamiento, en casa y en las carreras, ha sido sometido muchas veces a exámenes de sangre y orina. Nunca ha dado una prueba positiva, y yo no tengo ninguna razón para sospechar que se droga.
Preocupado por la reputación que los corredores de su país estaban teniendo, Mutai dijo que quería ser sometido a pruebas con mayor frecuencia para demostrar su inocencia. “Yo estoy limpio”, me dijo. “Yo quiero que todos los atletas de Kenia estén limpios. Cuando quieran, en cualquier lugar estoy listo para que me realicen las pruebas. Siento dolor cuando las personas me ven correr rápidamente y dicen que he usado drogas. Si las he usado, entonces que Dios me quite todo, no puedo disfrutarlo.”
Podemos estar seguros que cuando alguien rompa el record de las dos horas en una maratón, durante toda su vida va a estar rodeado de un halo de escepticismo.
Con la marca de 35 km en Berlín, Mutai parecía haber pagado el sacrificio. A pesar de la conflictiva largada, él y Kimetto habían logrado el ritmo del record mundial. Lo único que debían hacer era mantenerlo. Si corrían a un ritmo de 2:56/km los últimos 7,2 km de la carrera, lo que parecía probable debido al paso que venían manteniendo, el record mundial sería para alguno de los dos.
El camino que condujo a Mutai a esta posición habría destruido a hombres más débiles. Era el mayor de 11 hermanos, había sufrido no sólo una profunda pobreza, sino que también había tenido una relación conflictiva con su padre y había atravesado períodos de inseguridad con respecto al abrigo y la comida, y condiciones espeluznantes de violencia tribal que azotaban a Kenia después de las elecciones de 2007. Antes de transformarse en un corredor profesional, había realizado trabajos sumamente fuertes: picar piedras en una cantera y cortar árboles. Como profesional, había corrido 125 millas por semana, había subido y bajado colinas, y había corrido en condiciones de altura.
Y aquí estaba, en la maratón más rápida del mundo, con la oportunidad de romper el record mundial. La oportunidad no se daría otra vez. La maratón de élite es un deporte brutal. Los mejores corredores sólo compiten dos veces por año en una maratón completa. Hay sólo un puñado de recorridos y un puñado de días para correr rápidamente. Éste era uno de ellos. Él y su compañero de entrenamiento, Kimetto, se encontraban a media hora de la gloria.
Los hombres más rápidos de la tierra: poseedores de records mundiales durante años. Fotografía: AFP/Getty Images (4); EPA/Getty Images; Reuters
Quizás inevitablemente, ellos no podrían hacerlo. La aceleración prodigiosa justo después de la mitad del camino pasó factura, y a los 40 km, notablemente atrasados, ambos atletas estaban ocho segundos fuera del paso del record del mundo, y agotados. El isquiotibial derecho de Mutai comenzó a acalambrarse. El dolor se trasladó a su cadera y espalda. Kimetto con la espalda erguida y aparentemente en mejor forma corría detrás de él.
Enfrentando los últimos 2 km, bastante despacio la dupla casi había llegado. Parecía que habían marcado un tiempo muy rápido, pero no un record mundial. Cuando Mutai y Kimetto atravesaban la Puerta de Brandeburgo hombro a hombro, en los últimos 400 m, los espectadores vitoreaban anticipándose al sprint final.
Pero esto no se produjo. En una final en la que cualquier hombre habría sellado la carrera decididamente, Kimetto finalizó la carrera de la misma manera en que la había corrido, por detrás de su colega. Mutai levantó los brazos débil cuando cruzó la línea en tiempo de 2:04:15. Segundos después, los dos hombres se dieron un abrazo exhaustos.
¿Por qué no hubo sprint? Había medio millón de razones para explicarlo. Si Kimetto hubiera superado a su compañero de entrenamiento, Mutai habría perdido el premio mayor de $500,000 del World Marathon Majors que estaba en condiciones de ganar después de sus carreras en Boston y Nueva York el año anterior. (Kimetto no tenía ninguna oportunidad de ganar ese dinero porque esta era su primera maratón.). Por otra parte, Kimetto no era sólo el compañero de entrenamiento de Mutai. Durante algunos años previos, como muchos en el pueblo dónde él entrenó, había sido alimentado y alojado por Mutai. Si él hubiera corrido a toda velocidad y hubiera superado a su jefe en la Puerta de Brandeburgo, todos en el pueblo habrían pensado que los corredores de Maratón no son atletas; si no que son un negocio.
Los dos atletas negaron absolutamente haber realizado algún arreglo y su manager, Gerard Van de Veen dijo a los periodistas que “no existió ningún trato”. Mutai me dijo que él y Kimetto eran perros cansados: ninguno hubiera podido hacer otra cosa.
Geoffrey Mutai y Dennis Kimetto cruzan la línea en la maratón de Berlín en 2012, sin poder romper la barrera previa de 2:03. Fotografía: Markus Schreiber/AP
El tiempo de finalización de Mutai de 2:04:15 es el tiempo mas rápido que se haya visto hasta 2012. Por segundo año consecutivo fue el maratonista más rápido del planeta. Estas estadísticas le proporcionaron un pequeño consuelo. Firmó los autógrafos y sonrió para las fotografías, pero dejó Berlín con la sensación de haber perdido una oportunidad, de haber perdido la ola.
En septiembre de 2014, Kimetto regresó a Berlín y logró lo que Mutai no pudo: corrió la primera maratón en 2:02. Kimetto no tiene la gracia de Mutai. Su estilo erguido lo hace parecer orgulloso y algo incómodo, pero su esfuerzo fue extraordinario, y su tiempo de finalización habría sido ciencia ficción para los corredores de los años noventa.
El record mundial todavía está a dos minutos y 57 segundos de la marca de las dos horas. ¿Qué son 177 segundos? Es una canción, una pausa comercial larga. Sin embargo, en las condiciones de maratón, esos 177 segundos son una vida. Una carrera de maratón en dos horas requiere un promedio de 4:35 por milla, o 2:50 por kilómetro; casi una mejora de 3%. En teoría, esta diferencia parece un chiste. En la realidad, es un abismo.
El abismo puede ser superado, pero para esto será necesario replantear el deporte. Lo que podría cambiar no es la forma de los cuerpos de los atletas, si no que la forma de las carreras. Si realmente se quiere ver cuan rápido un hombre puede correr 26,2 millas, debería evaluarlo fuera de los caminos y en una superficie más pareja. Se debería permitir que los marcadores de paso entren y salgan de la carrera, justo antes de la línea de llegada. Se debería asegurar que la temperatura esté lo suficientemente fría para combatir el calor extremo que los maratonistas de élite generan, y que el recorrido sea llano y esté completamente reparado del viento.
El record mundial todavía está a 2 min y 57 segundos de las dos horas. Parece un chiste pero es un abismo.
Varios pensadores profundos entre los que se incluye Mutai, consideran que se podría lograr una carrera así. Puede ser que un hombre rico con olfato para la publicidad (Richard Branson, quizás) o una compañía de zapatillas con un motivo (Adidas, Nike) lo hagan posible. Pero ésa es la manera de romper las dos horas. “Organícelo así” me dijo Mutai, “y las personas podrán correr en tiempos demenciales”.
Como especie, estamos interesados en los hechos extravagantes, y nuestros cerebros se apegan a los puntos de referencia. La demanda de las dos horas se ha transformado en el Everest del deporte. Esos 177 segundos finales no se lograrán fácilmente. Pero en algún lado hay un corredor, ahora mismo, que ha vislumbrado la cima de la montaña y que pondrá su mente en conquistarla.
Publicación original disponible en: http://www.theguardian.com/sport/2015/jun/27/sub-t…
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Traducido por: Federico Fader