Conceptos de Entrenamiento: Validez Ecológica

Cuando hablamos del método científico, de manera muy simplificada, nos podemos referir a una serie de pasos establecidos que pretenden responder una pregunta y elaborar conocimiento (figura 1). Una definición más elaborada es la que nos da el diccionario elaborado por la universidad de Oxford que indica que es «un método o procedimiento que ha caracterizado a la ciencia natural desde el siglo XVII, que consiste en la observación sistemática, medición, experimentación, la formulación, análisis y modificación de las hipótesis».

 

Figura 1 – Modelo simplificado de las etapas del método científico (wikipedia)

Cuando hablamos de valoración del rendimiento deportivo, donde se realizan distintas pruebas o test, o también cuando se diseñan distintas investigaciones donde se intenta demostrar una hipótesis, es muy importante que se basen en una serie de pilares para que los datos o resultados obtenidos sean verídicos y realmente útiles para después, aplicarlos en los entrenamientos o las distintas competiciones. Como no es motivo de esta entrada hacer una gran divulgación sobre metodología científica, nos centraremos en uno de estos pilares, el concepto de validez.

Una prueba es válida cuando mide lo que dice medir. Por lo tanto para recolectar datos como para la realización de experimentos, estos se tienen que realizar pensando en lo que quieren medir o comprobar y utilizar un material y un protocolo adecuado para tal fin. Dentro de este concepto general, se engloban muchos subtipos de validez. La validez llamada externa es muy importante para todo diseño experimental ya que intenta demostrar que sus descubrimientos representan a la población en general en situaciones del mundo real (Shuttleworth).

En concreto la validez ecológica, encontrada dentro del concepto de validez externa, analiza el entorno de la prueba y determina cuánto influye en el comportamiento o los resultados de ésta. Llegados a este punto, y adentrándonos más en cuestiones sobre el ejercicio físico y el rendimiento deportivo, conviene definir los dos tipos de pruebas más utilizadas para obtener información y extraer conocimiento, que son nada más y nada menos que las famosas pruebas de campo y pruebas de laboratorio. Éstas últimas suelen ser sinónimas de gran calidad y de alta confianza gracias a su diseño y procedimientos altamente protocolizados, además de que suele utilizarse un tipo de tecnología que permite medir gran cantidad de datos de manera directa, sin embargo suelen contar con una baja validez ecológica. Por el contrario, las pruebas de campo, por sus características suelen implicar menor confianza pero mayor validez ecológica (Benitez, S).

Finalmente, Neisser (1976) y Bronfenbrenner (1977), ambos citados por Valle (1985) nos indican una definición algo más elaborada sobre este concepto. El primero de ellos apunta que “hace referencia a la necesidad de equivalencia entre las condiciones experimentales y las de la vida real si se quiere que las teorías formuladas en base a datos experimentales puedan aplicarse a las acciones o conductas que se dan en ambientes naturales, que son las que en último término se quiere explicar”; mientras que Bronfenbrenner, traduce en una terminología más simples las palabras del primer autor “una investigación se considera como válida ecológicamente si se lleva a cabo en un ambiente naturalístico y con objetos y actividades de la vida de cada día”. Este concepto apoya a la idea descrita anteriormente de que la pruebas de campo, lejos de ser perfectas como se ha comentado, si que suelen reproducir mejor las características habituales con las que se encuentra el deportista en su día a día con los entrenamientos y competiciones, abalando de esta forma una alta validez ecológica.

En artículos previos hemos analizado si la disminución del rendimiento podría verse mayormente afectado a causa de la deshidratación o el daño muscular, y precisamente el concepto de validez ecológica juega un rol importante, ya que muchas investigaciones realizadas en laboratorios podrían inferir ciertas hipótesis que luego pudiesen no ser respaldadas con pruebas de campo en situación real de competición.

Otro ejemplo práctico sobre la validez ecológica nos la da el trabajo de Jobson y colaboradores (2007), donde se puede apreciar una respuesta distinta en cuanto al rendimiento en una contrareloj de ciclismo de 25 millas en terreno llano (sujetos entrenados) realizada en el campo o en el laboratorio. Los investigadores encontraron una asociación entre un menor rendimiento y una mayor masa corporal en el campo que en el laboratorio en los sujetos grandes, pero no en los de menor tamaño y peso. Los autores otorgan esa diferencia entre individuos a la área de superficie frontal del ciclista. Este mero ejemplo nos indica que muchas veces, lo valorado en el laboratorio, aunque tiene muchísimas ventajas, puede obviar algunos aspectos que en situación real de entrenamiento o competición son de gran importancia, y por lo tanto, tenemos que tener en cuenta.

Autor

David Masferrer Llana

Bibliografía

Jobson, S.A., Nevill, A.M., Palmer, G.S. et al. (2007). The ecological validity of laboratory cycling: Does body size explain the difference between laboratory- and field-based cycling performance? Journal of Sports Sciences; 25(1).

Shuttleworth M., Validez ecológica. [Internet], disponible en: https://explorable.com/es/validez-ecologica.

Valle, F (1985). El problema de la validez ecológica. Estudios de Psicología nº 23/24. Universidad de Oviedo.

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