Probióticos

Para entender este concepto tenemos que situarnos en el colon, es decir, en el intestino grueso humano. Allí está presente la llamada flora intestinal o microbiota, que alberga una gran cantidad de bacterias, tanto en número como a clase se refiere. Actualmente el número de estudios e investigaciones sobre este tema está creciendo de una forma abrumadora, y esto es porque se está viendo que mantenemos una relación muy directa con ellas. Esta relación es llamada comúnmente simbiosis, significa que hay una interacción entre ambos organismos biológicos. El término simbiosis es amplio; anteriormente se pensaba que las bacterias eran inocuas y simplemente residían dentro de los humanos ya que éstos les proporcionaban alimento para subsistir (simbiosis por comensalismo), pero actualmente está surgiendo evidencia que la relación es bidireccional y que tanto los seres humanos como las propias bacterias se proporcionan beneficios mutuos (simbiosis por mutualismo). Por ejemplo, hay estudios que han detectado una relación entre distintos tipos de cepas bacterianas y su variabilidad y la obesidad (Scarpellini et al, 2006; Krznarić et al, 2012) o múltiples problemas metabólicos conjuntados baja la etiqueta de la patología «síndrome metabólico» (D’Aversa et al, 2013; Festi et al, 2014). Estos últimos autores etiquetan a este complejo intestinal como «superorganismo» y apuntan que parece modular el equilibrio metabólico alterando la absorción de energía, la motilidad intestinal, el apetito, el metabolismo de la glucosa y los lipídicos, así como el almacenamiento de grasa hepática.

De esta manera, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006) define este término como un microorganismo vivo que, cuando se administra en cantidades adecuadas, confiere un beneficio a la salud del consumidor. De esta definición podemos entender que los probióticos son bacterias vivas que los humanos consumimos y logran sobrevivir a todo el trayecto y proceso digestivo hasta instaurarse en el colón, enriqueciendo la flora, y por ende desempeñar sus funciones.

La cantidad de bacterias que tenemos es enorme, algunos datos hablan de 10 veces más células bacterianas que humanas. El intestino humano es colonizado por miles de millones de bacterias que complementan nuestros propios genes humanos con 150 veces más genes microbianos (Bäckhed, 2013) por esa razón, no es de extrañar que para que tengan cierto impacto fisiológico, se tendrán que tomar cantidades elevadas por dosis y de manera reiterada, del orden de 100 a 1000 millones de células por dosis (SEPyP, Sociedad Española de Probióticos y Prebióticos).

Si entramos más en profundidad, toda bacteria u organismo que habita en la microbiota podría ser un probiótico, ya que puede ser que participe en la producción de efectos beneficios para el huésped que otorga el conjunto. Pero a la práctica, muchos de ellos pertenecen a dos grupos microbianos: los lactobacilos y las bifidobacterias, ya que son probablemente los únicos, dentro de los que colonizan nuestras mucosas, que son inocuos en cualquier circunstancia y que no incluyen estirpes patógenas dentro de la especie a la que pertenecen (SEPyP). Muchos de estos probióticos se encuentran en múltiples alimentos que se han realizado por fermentación bacteriana, como el yogur, el chucrut o el kéfir; ahora bien, como se verá a continuación, no por ser alimentos fermentados y contener bacterias en ellos, pueden ser catalogados como probióticos.

Aunque la evidencias va en aumento, aún es un campo relativamente verde y emergente. A continuación se presentan algunos de los puntos prácticos más destacables que la SEPyP resumió en su documento de consenso sobre los probióticos, para más información se recomienda al lector dirigirse a su web:

  • Las sustancias «consituyentes de» o «producidas por» microorganismos no deben considerarse probióticos aun cuando tengan efectos biológicos saludables.
  • Para que un organismo sea calificado como probiótico es imprescindible demostrar científicamente que produce efectos beneficiosos en la salud del hospedador.
  • Los efectos beneficiosos para la salud deben demostrarse mediante estudios en población humana con metodología científica adecuada.
  • Los efectos saludables demostrados para una cepa microbiana específica no son extrapolables o atribuibles a otras cepas de la misma especie.
  • Una cepa microbiana con categoría de probiótico por haber demostrado eficacia en una indicación correcta (por ejemplo, prevención de diarrea), no es necesariamente válida para la prevención de otras indicaciones (por ejemplo, prevención de alergia).
  • La eficacia de algunas cepas probióticas está ampliamente documentada para indicaciones concretas de salud gastrointestinal (por ejemplo, algunos tipos de diarrea, estreñimiento, intestino irritable, inflamación intestinal).
  • Existe cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas sobre el sistema inmune (por ejemplo, prevención de infecciones).
  • Las evidencias científicas observadas sobre un tipo de población no son extrapolable a otra población que varíe en edad (niños y ancianos) o en estado fisiológico (por ejemplo. gestación y lactancia).

Como se puede observar existe ya consenso en que pueden ser útiles en distintas situaciones y poblaciones, pero como se ha comentado, se tiene que tener muchísimas variables en cuenta como es la cepa estudiada, a que población va dirigida, que dosis se está administrando, en que momento o como se administra, con que finalidad o propósito se suplementa… Es decir es un tema complicado y en proceso de crecimiento, lo cual decir probióticos si o probióticos no sería en tanto en cuanto muy aventurado. En el colectivo deportista la evidencia aun es demasiado escasa como para poder pronunciarse.

Autor

Lic. David Masferrer Llana

Bibliografia

Bäckhed, F. (2014). Gut microbiota in metabolic syndrome. In A systems biology approach to study metabolic syndrome (pp. 171-181). Springer International Publishing

D’Aversa, F., Tortora, A., Ianiro, G., Ponziani, F. R., Annicchiarico, B. E., & Gasbarrini, A. (2013). Gut microbiota and metabolic syndrome. Internal and emergency medicine, 8(1), 11-15.

Festi, D., Schiumerini, R., Eusebi, L. H., Marasco, G., Taddia, M., & Colecchia, A. (2014). Gut microbiota and metabolic syndrome. World Journal of Gastroenterology : WJG, 20(43), 16079–16094. http://doi.org/10.3748/wjg.v20.i43.16079

Krznarić, Ž., Vranešić Bender, D., Kunović, A., Kekez, D., & Štimac, D. (2012). Gut microbiota and obesity. Digestive Diseases, 30(2), 196-200.

Scarpellini, E., Campanale, M., Leone, D., Purchiaroni, F., Vitale, G., Lauritano, E. C., & Gasbarrini, A. (2010). Gut microbiota and obesity. Internal and emergency medicine, 5(1), 53-56.

http://www.sepyp.es/es/home

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