28 Oct Prevención de lesiones en triatlón: segunda parte
En una reciente entrada en nuestro blog (ver aquí) Héctor Bautista y un servidor hablábamos de la elevada incidencia de lesiones del triatleta que, en muchas ocasiones, se debe a un exceso (e.g. capacidad oxidativa, largos rodajes…) o una falta (e.g. fuerza compensatoria) de entrenamiento de algunos aspectos.
Es fundamental que el entrenador/deportista sepa detectar los factores clave que conducen a la lesión deportiva y que, en definitiva, llevan al deportista a dejar de entrenar al 100% o a dejar de disfrutar de su práctica favorita.
En este sentido, les presentamos a continuación una revisión de la literatura sobre los factores que justamente conducen al triatleta a la lesión deportiva.
Centrándonos en aquellos factores de carácter general, dado que en se ha estimado que el 75% (triatletas de élite) y el 25% (triatletas no profesionales) de las lesiones se deben al sobreuso (Vleck y Garbutt, 1998; Zwingenberger et al., 2013), la realización de un cuestionario en el que se registren la intensidad, el volumen y la frecuencia de entrenamiento puede mostrar defectos en la preparación del atleta que lleven a futuras lesiones. Zwingenberger et al. (2013) afirman que existe una fuerte tendencia entre la aparición de lesiones y las horas de entrenamiento, de forma que aquellos deportistas con más de 10 horas semanales a la semana tenían un mayor número de lesiones. Shaw, Howat, Trainor, y Maycock (2004) hacen una reflexión parecida refiriéndose a triatletas no profesionales, sugiriendo que cuando se entrena un total de 8-10 horas semanales existe un mayor riesgo de sufrir algún tipo de lesión. Además, Zwingenberger et al. (2013) señalaron que en triatletas no profesionales el 71% de las lesiones se debían a traumas (presumiblemente por caídas), por lo que se incluiría también un apartado sobre caídas en diversos periodos de entrenamiento o competición, con la idea clara de poder detectar déficits de habilidad y solventarlos.
Por otra parte, Zwingenberger et al. (2013) señalan que el mayor factor de riesgo asociado a lesiones deportivas en triatletas no profesionales es la participación en competiciones organizadas. La razón podría encontrarse en una elevada activación del sistema nervioso simpático que podría llevar a los deportistas a ignorar las señales de alerta ante el dolor. Sin embargo, en el módulo de la asignatura se hace referencia a que un 80% de las lesiones deportivas se producen por culpa del proceso de entrenamiento. Es decir, la metodología, el modelo de periodización, la programación del entrenamiento, la forma de cuantificación y el control de la carga de entrenamiento llevado a cabo por el entrenador juegan un papel fundamental en la incidencia de lesiones deportivas.
El apoyo médico o la asistencia conjunta de diversos profesionales de la salud durante el proceso de entrenamiento y competición puede reducir la incidencia de lesiones, por ello es importante registrar el uso que el deportista hace de estos profesionales. Por ejemplo, el análisis y control del podólogo podría detectar y prevenir lesiones en el pie, que suponen el 10-15% de la lesiones registradas en triatletas (e.g. pie cavo: aumento de la rigidez del pie y una menor distribución de fuerzas durante la pisada) (Spiker, Dixit, y Cosgarea, 2012).
Otro factor destacado por diversos autores es el historial de lesiones (Burns et al., 2003), siendo probable que un triatleta recaiga de una lesión anterior si no se hace un trabajo preventivo. Además, se ha señalado por diversos autores (Burns et al., 2003; Korkia, Tunstall-Pedoe, y Maffulli, 1994) que la experiencia previa o años de práctica puede estar relacionada con un mayor número de lesiones debido un aumento del volumen y/o la intensidad del entrenamiento cada año en busca de un mejor rendimiento.
En cuanto a los factores asociados al segmento de natación, según Zwingenberger et al. (2013) o Bales y Bales (2012a, 2012b) la natación es el segmento menos propenso a producir lesiones (7%) en comparación con el ciclismo (43%) y la carrera a pie (50%). Sin embargo, el movimiento repetitivo puede producir cierto tipo de lesiones musculo-esqueléticas (e.g. el dolor de hombros ha sido señalada como la afección más común y bien documentada en nadadores competitivos (Bales y Bales, 2012a)). Concretamente, el movimiento repetido de adducción y rotación interna del hombro durante el impulso, y la abducción y la rotación externa del hombro durante la fase de recobro de natación, puede afectar al manguito rotador (tendón supra-espinoso en su inserción en la cabeza del húmero)(McHardy et al., 2006), produciendo tendinitis (Tuite, 2010) si el deportista tiene una técnica defectuosa de nado (McHardy et al., 2006). El estrés sobre la articulación gleno-humeral se minimiza cuando se realiza el rolido alcanzando aproximadamente 160 grados de inclinación y puede analizarse mediante la grabación en vídeo (McHardy et al., 2006).
Centrándonos en el segmento ciclista, las lesiones más comunes son la tendinosis patelar, el síndrome de la cintilla ilio-tibial y el síndrome patelo-femoral, la afección del tendón de Aquiles y los dolores en la región lumbar o cervical de la columna vertebral (Tuite, 2010). Los problemas de dolor lumbar suelen estar condicionados por el set up de la bicicleta, una mala flexibilidad lumbar y de cadera, el acortamiento de los isquiotibiales o la poca flexibilidad de los músculos de cuello y tórax (McHardy et al., 2006). Por otro lado, específicamente, el set up de la altura del sillín condicionará de la siguiente forma la aparición de lesiones (McHardy et al., 2006): ante un sillín demasiado bajo, se produce una menor participación glúteo medio durante la fase principal del pedaleo y un menor rango de movimiento de la cadera limitando la flexión de la rodilla y acarreando problemas patelo-femorales); mientras que un sillín demasiado alto, produce balanceo e inestabilidad y lleva a completa extensión o hiperextensión de la rodilla.
Por su parte, la posición de la cala en la zapatilla afecta al movimiento del pie, pudiendo crear un estrés excesivo en el tendón de Aquiles durante fases de pedaleo de pie, sobre la rodilla, etc. Además, la distancia entre el sillín y el manillar, así como la altura de la potencia explican la mayoría de casos de dolor cervical por hiperextensión (debido a la búsqueda de una posición aerodinámica) y que producen contracturas en la musculatura extensora del cuello, así como cefaleas (McHardy et al., 2006). Por último, diversos trabajos han señalado a la intensidad del pedaleo y a la cadencia (demasiado baja o alta) como condicionantes de lesiones patelo-femorales y de diversas estructuras tendinosas de la rodilla (Gosling et al., 2008; McHardy et al., 2006).
Según Tuite (2010), la carrera a pie se asocia con la mayoría de las lesiones de los triatletas, ya sea durante el entrenamiento o en competición, y esta lesiones son equiparables a aquellas sufridas por atletas de media-larga distancia. En este sentido, Vleck y Garbutt (1998) y Main, Landers, Grove, Dawson, y Goodman (2010) encontraron que las lesiones durante la carrera a pie correlacionaban con la distancia total de entrenamiento, el número de triatlones realizados y el número de sesiones de carrera a pie. De forma similar, Spiker et al. (2012) afirman que las causas más frecuentes de lesión durante la carrera a pie son el sobreuso, la falta de descanso y diversos factores biomecánicos. La carrera a pie genera cargas 8 veces superiores al propio peso corporal sobre las estructuras óseas y ligamentosas, haciendo de la rodilla y la cadera las zonas de lesión más comunes en triatletas (25-30% rodilla) (Spiker et al., 2012) y (5-10% cadera).
Algunas de las lesiones más importantes son la fascitis plantar, el síndrome de la cintilla iliotibial, crondomalacia rotuliana, periostitis o fracturas por estrés (McHardy et al., 2006). Autores como Spiker et al. (2012) o McHardy et al. (2006) han señalado los factores que conducen a este tipo de lesiones en la carrera a pie: pronación/supinación excesiva, tensión excesiva en el talón de Aquiles, pie cavo/plano, grado de dorsiflexión del tobillo (igual o menor a 10 grados), aumentos bruscos de volumen de entrenamiento, carrera en superficies nuevas o demasiado duras, carrera cuesta abajo, dismetría igual o mayor a 1 cm en las piernas, debilidad o inhibición del glúteo medio durante la fase de apoyo, rigidez miofascial, técnica deficiente, calzado, etc.
Destacan entre ellos el grado de dorsiflexión y el calzado deportivo, cuyo control es sencillo y su importancia en la prevención elevado. Según Lindsjö, Danckwardt-Lillieström, y Sahlstedt (1985) el nivel de dorsiflexión que podría necesitarse para la práctica deportiva de atletas y estaría entre 20-30º dorsiflexión con el fin de evitar lesiones. Por otro lado, diversas publicaciones han observado reducciones de hasta el 60% en capacidad absorción del calzado deportivo después de 800 km, por lo que se ha recomendado que el calzado debería sustituirse cada 640-940 km o cada 6 meses de utilización (Asplund y Brown, 2005).
Como apoyo a toda esta teoría, les proporcionamos una tabla práctica, con algunos ejemplos de evaluación y control de los factores expuestos anteriormente, sirviendo como continuación de la tabla presentada en el anterior blog sobre prevención de lesiones:
PRUEBA |
FACTORES |
ASPECTOS A EVALUAR |
Cuestionario |
Caídas |
Habilidad + percepción de riesgo |
Distancia total semanal |
Volumen de entrenamiento |
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Nº sesiones carrera a pie |
Volumen específico de carrera a pie |
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Calzado |
Kilómetros acumulados + tipo |
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Lesiones previas |
Nº y lugar de lesiones anteriores |
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Intensidad entrenamiento |
Zonas de intensidad habituales |
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Años de experiencia |
Años practicando el triatlón |
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Nº Competiciones |
Competiciones previstas |
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Frecuencia de entrenamiento |
Días de descanso semanal |
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Apoyo médico |
Frecuencia de consulta a profesionales de la salud (médico, podólogo, nutricionista, fisioterapeuta) |
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Grabación en vídeo natación |
Técnica deficiente |
Rolido con angulación aproximada 160º |
Análisis biomecánico y bikefitting |
Set up bicicleta |
Altura del sillín |
Distancia sillín manillar |
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Altura de potencia |
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Angulación segmentos corporales en distintas fases del pedaleo |
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Posición del calapié |
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Análisis biomecánico y podológico |
Pie |
Supinación/Pronación |
Pie cavo/plano |
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Dismetrías |
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Grabación en vídeo ciclismo |
Técnica deficiente |
Técnica de pedaleo |
Aplicación de fuerza en ambas piernas |
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Intensidad del pedaleo |
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Cadencia |
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Grabación en vídeo carrera a pie |
Técnica deficiente |
Técnica de carrera (fase de vuelo, apoyo, despegue) |
Tensión muscular (tensiones innecesarias) |
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Estabilidad del centro de gravedad, |
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Estabilidad cadera y horizontalidad hombros |
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Valoración funcional |
Desequilibrio o debilidad muscular |
Prueba de dorsiflexión del tobillo |
Squat profundo (alineación columna vertebral) |
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Flexibilidad |
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Método de cuantificación y control de la carga |
Entrenador |
Análisis de la distribución de la carga previa, actual y futura |
Método utilizado (adecuación o no) |
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Aumentos bruscos de carga |
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Modelos de periodización utilizados |
AUTOR
Carlos Sanchis
BIBLIOGRAFÍA
Asplund, C. A., & Brown, D. L. (2005). The running shoe prescription: fit for performance. The Physician and Sportsmedicine, 33(1), 17-24. http://doi.org/10.3810/psm.2005.01.33
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Bales, J., & Bales, K. (2012b). Training on a knife’s edge: how to balance triathlon training to prevent overuse injuries. Sports Medicine and Arthroscopy Review, 20(4), 214-216. http://doi.org/10.1097/JSA.0b013e318261ec58
Burns, J., Keenan, A.-M., & Redmond, A. C. (2003). Factors associated with triathlon-related overuse injuries. The Journal of Orthopaedic and Sports Physical Therapy, 33(4), 177-184. http://doi.org/10.2519/jospt.2003.33.4.177
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Korkia, P. K., Tunstall-Pedoe, D. S., & Maffulli, N. (1994). An epidemiological investigation of training and injury patterns in British triathletes. British Journal of Sports Medicine, 28(3), 191-196.
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Shaw, T., Howat, P., Trainor, M., & Maycock, B. (2004). Training patterns and sports injuries in triathletes. Journal of Science and Medicine in Sport / Sports Medicine Australia, 7(4), 446-450.
Spiker, A. M., Dixit, S., & Cosgarea, A. J. (2012). Triathlon: running injuries. Sports Medicine and Arthroscopy Review, 20(4), 206-213. http://doi.org/10.1097/JSA.0b013e31825ca79f
Tuite, M. J. (2010). Imaging of triathlon injuries. Radiologic Clinics of North America, 48(6), 1125-1135. http://doi.org/10.1016/j.rcl.2010.07.008
Vleck, V. E., & Garbutt, G. (1998). Injury and training characteristics of male Elite, Development Squad, and Club triathletes. International Journal of Sports Medicine, 19(1), 38-42. http://doi.org/10.1055/s-2007-971877
Zwingenberger, S., Valladares, R. D., Walther, A., Beck, H., Stiehler, M., Kirschner, S., … Kasten, P. (2013). An epidemiological investigation of training and injury patterns in triathletes. Journal of Sports Sciences. http://doi.org/10.1080/02640414.2013.843018